Todo fracaso representa una oportunidad de extraer una valiosa lección. Si pudiésemos empezar de nuevo, ¿Qué cosas cambiaríamos? ¿Utilizaríamos otro enfoque? o ¿Simplemente han sido los pequeños detalles los que no han acabado por funcionar?
Aprender de nuestros errores supone un ejercicio de responsabilidad, saber qué es exactamente lo que se nos puede achacar directamente y que hay imponderables con los que no podemos lidiar.
Supone también admitir que incluso si empezásemos de nuevo podríamos volver a estar abocados a un nuevo fracaso, por lo que las lecciones aprendidas deben ser aplicadas a nuestra nueva aventura.
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